De acuerdo con Mario Alejandro Pérez, los conflictos socioambientales o conflictos ecológicos distributivos, son definidos por EJOLT (Environmental Justice Organization, Liabilities and Trade) como “las luchas generadas por los efectos de la contaminación en ciertos grupos o por los sacrificios causados por la extracción de recursos naturales, de los cuales muchos se convierten en incidentes colectivos, que motivan a personas de un lugar concreto a expresar críticas, protestar o ejercer resistencia, presentando reclamos visibles sobre el estado del ambiente físico y los probables impactos en su salud o en su situación económica, que afectarían sus intereses y también los de otras personas y grupos. En ocasiones, los actores locales piden una distinta distribución de los recursos, lo cual lleva a conflictos ecológicos que muchas veces se solapan o conducen a otros conflictos más amplios, de tierras, de género, de clase social, de casta o étnicos”.
En este país se sigue asesinando a líderes y lideresas sociales, para el 2024 hasta el 21 de febrero según Indepaz se tenían 20 nuevas víctimas y según el Índice de Género de los ODS de 2022 de Equal Measures 2030 (EM2030) en momentos de crisis, desde recesiones económicas hasta conflictos y desastres climáticos, el progreso conseguido hacia la igualdad de género cede y su falta de resiliencia se hace evidente.
Según el estudio mencionado "en relación con la pandemia de la covid-19, la carga de tareas de cuidado de una mujer se intensifica durante épocas de crisis. Durante un desastre ambiental, una mujer puede tener que pasar más tiempo tratando de asegurar alimento y agua potable y cuidando a familiares que pueden haber dejado de recibir los servicios esenciales. El aumento en su carga de tareas de cuidado puede limitar su capacidad para acceder a recursos de emergencia, como alimento, combustible y otros servicios. Incluso, puede disminuir su propia nutrición en favor de su familia y miembros de su hogar". Por esto, es imposible analizar los momentos de crisis generados por conflictos socioambientales o por eventos climáticos extremos sin tener una perspectiva de clase social y de género.
En el caso de Diana Pérez, el ser lideresa ambiental en el municipio de Paipa y tener una postura de intermediación entre las instituciones del Estado, las empresas privadas y las comunidades la ha puesto en situaciones de riesgo, así lo cuenta:
Estefany Grajales, por su lado, relata que conocer de las temáticas ambientales ha generado cambios no solo en ella si no en las mujeres de Puerto Boyacá:
Ante estas situaciones es importante resaltar la necesidad de cerrar la brecha en los datos de género, porque la realidad es que según el EM2030, “el cambio climático y los desastres relacionados con el clima también exacerban la violencia por parte de la pareja íntima y otras formas de violencia de género”. Llegando a usar la violencia, por ejemplo para sofocar la resistencia de las comunidades en respuesta a la apropiación de tierras o el desplazamiento forzado en favor de proyectos de desarrollo a gran escala; la violencia también se usa para silenciar a mujeres ambientalistas, especialmente aquellas que hacen activismo o defienden sus derechos luego de desastres naturales y otras emergencias, especialmente cuando los varones están lidiando con el estrés postraumático.
El cambio climático y los riesgos ambientales también tienen impacto sobre la salud sexual y reproductiva en muchas formas. A pesar de estas grandes brechas en términos de género y a la falta de datos sobre el impacto social de muchos factores ambientales, especialmente la falta de acceso a datos disgregados, el EM2030 indica que el 55% de los 144 países evaluados ha aumentado el puntaje un poco en cuánto a igualdad de género en el liderazgo en materia de cambio climático, ya que hay más mujeres que participan en este ámbito. Aunque Colombia aún tiene un puntaje muy bajo para el Objetivo 13 Clima, que es en el que se evaluó este indicador, Dianna Camila, doña María Ligia, y Diana Pérez, nos cuenta cómo su trabajo ha sido reconocido en algunos escenarios, sobre todo comunitarios:
De acuerdo con el EM2030 otra de las recomendaciones tiene que ver con promover el liderazgo, la participación y la voz de niñas y mujeres, lo cual es absolutamente necesario en cada territorio dónde además de hacer frente al recrudecimiento de la violencia y a los conflictos socioambientales, también se deben enfrentar los desastres naturales, Katherine narra su experiencia como mujer que pertenece a una Brigada contra incendios forestales:
Para Estefany Grajales una de sus motivaciones para crear el Movimiento de Mujeres Defensoras de la Naturaleza del Territorio de Boyacá, fue ver a las mujeres jóvenes, mucho menores que ella luchando por la defensa de su territorio y pensar ¿Quién las va a proteger?, por esto comenzó un recorrido por todo el departamento y a dónde llegaba “las que hablaban eran las mujeres, a las que se les sentía el dolor eran a las mujeres, a las que les costaba. Yo empecé a metaforizar que la naturaleza es como nosotras, es como el cuerpo de las mujeres”.
Estefany recuerda las palabras de una mujer india que dice: “donde se explota la naturaleza hay mayor violencia hacia los cuerpos de las mujeres”, lo que ahora le hace mucho sentido conociendo el proceso de liderazgo de las mujeres en el departamento, para Estefany “la naturaleza también es explotada, saqueada, saboteada y es silenciosa. Y eso de una u otra forma lo ve uno reflejado también en lo que nos pasa a las mujeres y sobre todo en Boyacá. Boyacá es un territorio muy machista, muy violento, sobre todo para la mujer rural”, porque no solo son violentadas por ser líderes sino que también sufren mucha violencia en su hogar.
“Entonces creo que esa relación de lo femenino, de la naturaleza y sobre todo de proveer vida, la relación entre el cuidado de proveer y de cuidar la vida es lo que hace que haya mayor sensibilidad en nosotras para pensarnos realmente el bienestar”, explica Estefany Grajales.
En Boyacá se tienen grandes retos aún por enfrentar pero ha sido la juntanza y la fortaleza de hombres y mujeres que día a día mantienen este territorio como un remanso de paz. Sin embargo, no se puede seguir adelante sin las comunidades OSIGD, sin las mujeres y sin los datos que den cuenta realmente de la realidad de este departamento que alberga el 24% de los complejos de páramo a nivel nacional, los cuáles son de gran importancia para la regulación del ciclo hídrico en el centro del país. Boyacá y sus comunidades han liderado durante años la lucha ambiental no solo en esta región si no a nivel nacional, contando con experiencias para seguir construyendo un país en paz.