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El cambio climático tiene rostro de mujer

Foto del escritor:  Laura Marín Castañeda Laura Marín Castañeda

Actualizado: hace 8 horas


Así lo comprueban los datos y las historias humanas: la crisis ambiental acentúa el abismo de la desigualdad de género, cargando nuevamente a las mujeres con el yugo del trabajo no remunerado y las labores de cuidado.


El cambio climáticoEl cambio climático tiene rostro de mujertiene rostro de mujer
Foto: Mateo Arteaga - pexels.com

En la mitad de la tarde, el calor es una sustancia viscosa que se pega en todo lo que toca y hace que respirar sea casi una actividad atlética. El amarillo del sol colorea el desierto, y el paso del viento rompe el silencio. En La Guajira, el departamento más al norte de Colombia, el tiempo escapa a la medición humana que lo fragmenta en horas, minutos y segundos. Aquí el pasado se confunde con el presente porque las carencias del ayer permanecen aún hoy: “históricamente, nosotras, como mujeres wayúu, siempre hemos padecido la sed”, dice Aleida Tiller, socióloga y líder del territorio indígena wayúu Orrokot.


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Aleida Tiller, socióloga y líder del territorio indígena wayúu Orrokot.

“Ahora mismo, la sequía es impresionante: las pocas lluvias de antes dejaron de existir, ya no hay ningún arroyo, la tierra se viene sedimentando y las fuentes hídricas están totalmente secas o llenas de un líquido verde que no es potable”, agrega Aleida, quien también dirige la Corporación Wuin Anaasü —Agua de calidad, en dialecto wayuunaiki—, que lleva agua potable a cerca de 8.000 indígenas wayúu en zonas rurales. 


Según datos del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), 30% de los hogares de La Guajira tienen las Necesidades Básicas Insatisfechas, ya sea porque están en condiciones de miseria o porque no tienen acceso a servicios de energía, alcantarillado o acueducto. Incluso, en algunas regiones esa cifra supera el 65%.

La Guajira tienen las Necesidades Básicas Insatisfechas
Foto: Enrique Hoyos - pexels.com 

“Realmente, detrás del cambio climático y de algo tan preciado como el agua, hay toda una cadena que repercute mucho en el rol de las mujeres. Si antes tenían que esforzarse, ahora, en una era de sequía extrema, tienen que hacerlo el doble”, asegura la líder social.


El caso de la Guajira puede ser emblemático para entender la relación compleja que hay entre cambio climático y género: mientras que más de la mitad de los habitantes no tienen acceso a luz o agua, la pobreza del departamento llega a ser de 56% cuando la cabeza de hogar es una mujer.


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Claudia Rubio, magíster en derecho ambiental y asociada de datos y conocimiento en Women's Environment & Development Organization (WEDO) .

Por otro lado, Claudia Rubio, magíster en derecho ambiental y asociada de datos y conocimiento en Women's Environment & Development Organization (WEDO) explica que “el cambio climático exacerba todas las desigualdades. La gente que está en estado de pobreza, entra en un estado mayor de pobreza; la gente que sufre de discriminación, sufre más discriminación, simplemente porque todas las condiciones actuales de la sociedad empeoran a medida que el mundo va padeciendo más desastres naturales y los recursos se van acabando. Así, las brechas que ya existen, como las de género, se agrandan más y más”. De esta manera, aunque el cambio climático sea un fenómeno global, impacta de manera diferenciada y acentuada a las poblaciones que históricamente han sufrido realidades más vulnerables, como las mujeres.


También, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se ha pronunciado al respecto, manifestando que “las mujeres asumen responsabilidades desproporcionadas de cuidado no remunerado, tienen menos recursos económicos que los hombres y tienen niveles más bajos de alfabetización y acceso a la tecnología. Estas desigualdades se ven agudizadas por el cambio climático”, alerta en los comunicados de prensa sobre su informe Feminist climate justice: A framework for action, publicado en diciembre de 2023.


las mujeres asumen responsabilidades desproporcionadas de cuidado no remunerado
Foto: Jhonny Salas Brochero - pexels.com 

Lejos de ser una excepción, la vulnerabilidad climática de Aleida y las mujeres wayúu se repite en todo el mundo: cada día, mujeres y niñas pasan 200 millones de horas caminando en búsqueda de agua para sus comunidades, advierte la ONG Care Francia. Sin embargo, en la agenda pública de América Latina aún falta consolidar una conversación que reconozca la interdependencia que hay entre la crisis ambiental y la desigualdad de género: “en nuestro contexto es más difícil analizar estos dos temas juntos porque aún hay retos reconociendo los derechos de la mujer, como el acceso al aborto, y la existencia del cambio climático”, asegura Claudia.


Sobre esta especie de oscurantismo frente al cambio climático y las brechas de género —y por ende a cómo estos dos fenómenos se relacionan entre sí—, coincide Blanca Nohemí Florián, ingeniera agrónoma, con 30 años de experiencia liderando proyectos de autonomía alimentaría en comunidades vulnerables de Colombia: “hay un negacionismo enorme en todos los niveles, desde quienes toman decisiones y desde muchos ciudadanos. Negar el cambio climático está al orden del día, mientras que aún se piensa que los feminicidios son un invento”, afirma.


La ecuación pendiente


Una de las barreras que dificulta reconocer la interdependencia entre riesgo climático y género es la escasez de datasets amplios y públicos que relacionen de manera directa estos dos factores. En cuatro de los principales motores de búsqueda en el mundo, por ejemplo, menos  de 1% de los datasets disponibles asocian data climática con asuntos de género. Los resultados, además, están disponibles únicamente en inglés. 



Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos tomados de UCI Machine Learning Repository, Dataworld, Kaggle y Google Data Search.



Los cuatro portales de datos con mayores resultados
Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos tomados de UCI Machine Learning Repository, Dataworld, Kaggle y Google Data Search.


Idiomas de los datasets encontrados
Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos tomados de UCI Machine Learning Repository, Dataworld, Kaggle y Google Data Search.

“Captar las intersecciones entre el género y el ambiente en datos cuantitativos es un reto que ha sido descuidado durante mucho tiempo. Hasta hace poco, las estadísticas ambientales se han centrado en variables como las emisiones de dióxido de carbono y las poblaciones de peces, prestando poca atención a la interacción entre los seres humanos y el ambiente”, puntualiza la ONU Mujeres en su reporte del año 2023, explicando, en parte, el rezago que hay en el entendimiento del cambio climático como un fenómeno social cuantificable. El estudio resalta, por ejemplo, el valor que podría tener combinar encuestas de hogares y datos geoespaciales para determinar cómo las sequías, los aumentos de temperatura y el acceso al agua potable afectan las posibilidades de matrimonio infantil o de nacimientos adolescentes.


Aún así, poco a poco, esta ausencia de datos se viene transformando desde diversos sectores que apuestan a buscar y consolidar la información existente en narrativas de diferentes tipos, según Claudia, “cada vez se están haciendo más esfuerzos para promover ese trabajo de recolectar información y datos cuantitativos, hay un montón de organizaciones sumándose y aportando a la comprobación científica a través de reportes valorados mundialmente”. Esto refuerza la importancia vital de tener más financiación para resolver esta ecuación y crear portales de datos que permitan mejorar la toma de decisiones políticas.


Alzar la voz, tomar una decisión


Alzar la voz, tomar decisión
Foto: Vincent M.A. Janssen - pexels.com 

De acuerdo al mismo informe de la ONU, la ausencia de datos cuantitativos no solo crea una falta de conciencia social sobre este fenómeno sino que además interfiere en otras esferas: “las grandes brechas en las estadísticas de género sobre la crítica cuestión ambiental están frenando el progreso en la formulación de políticas con perspectiva de género”, menciona, dando cuenta de que la crisis climática es una ecuación de género que necesita resolverse no solo desde la academia y los territorios, sino también desde la misma formulación de política pública. Ante este panorama,  WEDO ha adelantado una investigación sobre quiénes han estado detrás de las decisiones de política climática en el mundo desde el año 2008 y si esa representación está siendo equitativa en términos de género. 


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Claudia Rubio, magíster en derecho ambiental y asociada de datos y conocimiento en Women's Environment & Development Organization (WEDO).

“Los datos que tenemos demuestran que hay una negación del derecho de la participación femenina, las mujeres no tienen una presencia equitativa dentro de las negociaciones climáticas. Al analizarlo por año, país y número de delegados es evidente que, en promedio, sólo 35% de quienes asisten y toman decisiones son mujeres. Eso significa que ninguna determinación está siendo justa y que ninguna solución va a ser equitativa porque nacen de la inequidad de género”, asegura Claudia, asociada de Data de la organización.


Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos de WEDO.


Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos de la ONU Mujeres.


Si bien los datos de WEDO demuestran que, durante los últimos quince años, ha habido una tendencia mundial al alza en la participación femenina en cumbres climáticas, la verdad es que las mujeres aún se mantienen alejadas de la paridad en la toma de decisiones de justicia ambiental. De hecho, la participación de 2018 —la más alta registrada oficialmente— solo llega a sumar cuatro mujeres por cada diez personas.


Por otro lado, según el dataset de WEDO, en términos continentales, Latinoamérica no sale mal librada: aunque el número de delegadas que van a negociaciones climáticas es más alto en otras zonas, en la mayoría de países latinos el porcentaje de mujeres frente al total de voceros de cada país oscila entre 38% y 50%. Casos como el de Colombia, Perú o México, por ejemplo, se acercan a tener una paridad completa en términos de género, con 50%, 49% y 46% de participación femenina en sus respectivas comisiones nacionales.


Más allá de meramente cumplir con cuotas estandarizadas, una representación política integral también exige tener en posiciones de poder a mujeres que realmente reflejen la diversidad de la experiencia femenina y que contemplen la vulnerabilidad diferenciada de las mujeres rurales, indígenas, precarizadas, migrantes o racializadas.


las mujeres aún se mantienen alejadas de la paridad en la toma de decisiones de justicia ambiental
Foto: Pavel Danilyuk - pexels.com 

Cuidar en todo momento


Con el paso del tiempo, las técnicas para extraer agua en el desierto que vio nacer a Aleida han cambiado, pero la carga no remunerada de hacerlo sigue recayendo sobre los mismos hombros: “Dentro de nuestra cosmovisión, la protección de la familia, la preparación de alimentos y la custodia del agua son roles que históricamente le han pertenecido a las mujeres. Ellas buscan el agua y cuidan sus fuentes; esas funciones se adaptan a cada tiempo, pero siempre son tareas femeninas. Por eso, la mujer es tan importante para resguardar la vida aquí”, explica.



Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos del DANE.


Según datos del DANE, en Colombia, las mujeres pasan cuatro horas más cada día en trabajos no remunerados relacionados al cuidado de otros. Esta brecha será más grande con los efectos del cambio climático.



¿En Colombia, quien se dedica más a cuidar?
Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos del DANE.

Seis, siete, ocho kilómetros de caminata antes de que despierte el sol guajiro que no conoce la clemencia. Un burro cargando en su lomo canecas con 40 o 50 litros de agua. Esa era la postal cotidiana de la peregrinación de las mujeres wayúu para aliviar su sed y la de los suyos. Era. Cuando los burros todavía eran parte del paisaje.



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Aleida Tiller, socióloga y líder del territorio indígena wayúu Orrokot.

Para el año 2050, la ONU estima que el cambio climático dejará a 236 millones de niñas y mujeres más en una situación de inseguridad alimentaria y a otros 158 millones en situación de pobreza en todo el mundo, lo que corresponde a una población mayor a la de Estados Unidos actualmente. Para los varones, esta cifra es menor, dejando 121 millones menos de afectados.


Seis, siete, ocho kilómetros de caminata antes de que despierte el sol guajiro que no conoce la clemencia. Un burro cargando en su lomo canecas con 40 o 50 litros de agua. Esa era la postal cotidiana de la peregrinación de las mujeres wayúu para aliviar su sed y la de los suyos.
Foto: Edgar Augusto Galavís Añez - pexels.com 

Este abismo es el espejo de la desigualdad estructural: históricamente, las mujeres han sido responsables de la alimentación de sus comunidades sin obtener ningún beneficio. Las mujeres de los países en desarrollo producen entre 60 y 80% de los bienes agrícolas, pero solo ganan 10% del ingreso total y apenas poseen 2% de la tierra productiva, según cifras de Oxfam.


Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos de la ONU Mujeres.

Para Colombia, el escenario es particularmente retador: está entre los cinco países de Latinoamérica con menos avances en la erradicación del hambre y, entre 2015 y 2020, a duras penas progresó en la eliminación de la pobreza y en sus acciones de mitigación climática, según el Índice de Género de Equal Measures 2030.


“El hambre sigue teniendo todavía un rostro muy femenino porque son ellas quienes administran los alimentos y, en tiempos de crisis, generalmente distribuyen las raciones más grandes a sus hijos y compañeros para garantizar la seguridad y el bienestar de otros. Desde el punto de vista de la vulnerabilidad frente al cambio climático, la carga siempre va a ser mayor para las mujeres, y puede rezagarlas aún más si sacrifican el estudio y el trabajo”, explica Blanca Nohemí Florián. Ese escenario es preocupante si se tiene en cuenta que, según datos del DANE, en Colombia la cifra de mujeres que ni estudian ni trabajan —denominadas NiNi— actualmente es cinco veces más alta que la de los hombres.



n ni trabajan en Colombia
Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos del DANE.

Tiempo diario dedicado a actividades de cuidado en Colombia
Elaboración propia, hecha por Laura Marín, con datos del DANE.

Tejer futuro


¿Qué queda en escenarios tan complejos? ¿Cómo actuar en una realidad que no para de retar el bienestar colectivo? Ante la desazón, la confianza de que un mejor mañana sí es posible y que se construye desde hoy: “las mujeres tienen la capacidad de ser cuidadoras del ambiente, y tanto ellas como las comunidades ya se han apropiado de eso: ellas guardan semillas, generan espacios de seguridad y hacen ese trabajo de hormiga que no se puede olvidar. Alrededor de esas acciones también se tejen esperanzas”, dice Blanca. 


“La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”, escribía en otros contextos el escritor argentino Julio Cortázar. Su propuesta, sin embargo, puede ser una bandera en la justicia climática y de género: “hay mucho potencial en la humanidad, pero parte de nuestra labor es recordar por qué luchamos todos los días y cómo todas las soluciones tienen que estar arraigadas en la fe, en ese sentido de rebelión con optimismo, a encontrar qué lengua habla el corazón para saber cómo aportar desde cada quién”, concluye Claudia, invitando a lo que ella llama un “activismo inteligente”, a buscar desde cada persona y cada orilla qué solución puede haber para defender la vida compartida.


El cambio climático tiene rostro de mujer
Foto: Jhonny Salas Brochero - pexels.com 

Mientras para algunas personas esa solución puede ser votar conscientemente, para otras, quizá, se trate de salir a la calle y protestar; y para otras más, ese activismo inteligente puede empezar por el mero hecho de cuestionarse cómo la crisis ambiental no afecta a todos por igual… En cualquier caso, para las mujeres, especialmente para aquellas racializadas, el camino a la justicia climática parece seguir exigiendo fortaleza y resistencia.


"El cambio climático tiene rostro de mujer" es una investigación desarrollada por Laura Marín Castañeda, periodista colombiana, y financiada por Equal Measures 2030, una iniciativa global que promueve la igualdad de género mediante datos y evidencias. En ¿Y a mí qué?  nos unimos a su difusión y publicación para amplificar este valioso trabajo y su impacto en la sociedad.


Equal Measures 2030, una iniciativa global que promueve la igualdad de género mediante datos y evidencias.



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